La bolsa de algodón ecológico forma ya parte de nuestra vida cotidiana y la vemos por todas partes. Además, cada año gana cuota de mercado, pero ¿desde cuándo tiene éxito y por qué? ¿Llegará a imponerse a los productos más tradicionales?
Origen de la denominación
Aunque Alemania, Suiza, Inglaterra y Austria fueron los precursores de la agricultura ecológica en los años veinte, no se generalizó hasta los cincuenta. La intensificación de la producción masiva en este mismo periodo llevó al desarrollo del uso de pesticidas y otros procesos para producir más y más rápido. Estas prácticas cambiaron nuestra forma de consumir y provocaron problemas para nuestra salud y el medio ambiente. A principios de los años 60, Francia fue pionera en la aplicación oficial de la agricultura ecológica, con la creación de organismos especializados (como la AFAB: Association française de l'agriculture biologique en 1961 y la asociación Nature et Progrès en 1964). Sin embargo, el consumo masivo aumenta cada año. Cada vez es más fácil conseguir pesticidas. El problema es que algunos denuncian riesgos importantes para la salud y consecuencias muy nefastas para el medio ambiente. Así ocurrió, por ejemplo, con el DDT (descubierto como cancerígeno en los años 60, pero prohibido sólo en los 70) o, peor aún, con la clorecona, prohibida décadas después de que se descubriera su persistencia en el medio ambiente en 1970 por Estados Unidos, que la prohibió en 1975 a causa de las personas que habían resultado intoxicadas. En Francia, la cloredecona se comercializó entre 1972 y 1993, principalmente en las Antillas francesas, donde se registra actualmente el mayor índice de cáncer de próstata del mundo. También se comercializó en la Francia continental con el nombre de Curlone en 1981, y su desaparición total del suelo se calcula en 600 años. Este caso fue sólo uno de los muchos escándalos que llevaron a Francia a legitimar la certificación ecológica en 1981. Cumplía las especificaciones nacionales. En 1991, Europa adoptó el primer reglamento europeo sobre el cultivo ecológico de plantas. Dicho esto, como hemos visto, la producción masiva ha repercutido en el consumo masivo. Hoy en día, Francia es el mayor consumidor de pesticidas de Europa y el tercero del mundo, mientras sigue utilizando otros igual de controvertidos. Durante el siglo pasado y hasta hoy, el mundo ha sufrido las consecuencias de la globalización, en la que el beneficio prima sobre la salud pública, pero la concienciación está evolucionando y, aunque no ha hecho más que empezar, muchos ya están tomando medidas.
Sensibilización
Hemos visto que la agricultura masiva puede tener consecuencias tanto para el medio ambiente como para la alimentación. Sin embargo, el mercado textil, el segundo más contaminante del mundo, ha sido testigo de más problemas sociales. El trabajo infantil fue objeto de mucha polémica hasta la llegada del dimetilfumarato (DMF) en 2008, que sacudió el sector de la confección y el mueble. El dimetilfumarato es un fungicida volátil y muy alergénico que ha causado numerosas lesiones más o menos graves en Francia. Esto ocurrió a pesar de que en 2006 se introdujo una normativa europea denominada reach. Mediante pruebas obligatorias, pretende proteger a los países de la UE de este tipo de problemas. Se trata sin duda de un caso de más, que ha aumentado la sensibilización general de los consumidores. Los consumidores están cada vez más preocupados, y todos los agentes del sector se están adaptando para tranquilizarlos. En 2015, la prohibición de las bolsas de plástico, que tienen consecuencias desastrosas para el medio ambiente, tanto para la fauna y flora acuáticas como para nuestra propia salud, fue una de las medidas clave. El hecho de que la información se difunda ahora con tanta rapidez hace que todo se sepa fácilmente. Los consumidores están cada vez más informados y quieren vivir en un mundo más transparente. No han dudado en sustituir las bolsas de plástico por bolsas de algodón reutilizables , con el enorme éxito de la tote bag de algodón. El mercado del algodón ecológico explotó en 2005 y sigue creciendo a un ritmo medio del 20% anual. Algunos productores creen incluso que sería más fácil producir algodón org ánico 100% natural. Esto se debe a que se ajusta aún más a la demanda de los consumidores, con una trazabilidad que confirma que no se utilizan productos químicos. En los años 90, el mercado textil del algodón orgánico tenía dificultades para desarrollarse debido a la falta de infraestructuras y de demanda. Ahora los consumidores saben que si quieren una vida mejor, tienen que convertirse en agentes del cambio. Para empezar, quieren saberlo todo sobre lo que llevan puesto, porque durante mucho tiempo ignoraron que niños muy jóvenes y pobres podían haber sido maltratados para fabricar lo que llevan puesto. El mercado, las organizaciones y los gobiernos actúan en consecuencia.
La evolución de lo ecológico a lo ecológico "ético
Las actitudes van en la buena dirección, intentando compensar las desviaciones del pasado que provocaron muchos desastres. Hoy ya no queremos ser cómplices del abuso de niños u otras personas. Por eso, leyes como la del "deber de diligencia", adoptada en 2017 y modificada en 2018 tras la tragedia del Rana Plaza. Obliga a los grandes grupos en Francia a velar por el respeto de todos los derechos sociales y medioambientales. El sector ecológico va más allá para tranquilizar a los consumidores con etiquetas aún más estrictas. La etiqueta ecológica se está extendiendo por todo el mundo, cada una con sus características específicas. Entre ellas se encuentra la etiqueta internacional OEKO TEX , creada en 1992 en Alemania, que evoluciona en función de las expectativas de los consumidores. Otras más recientes, como GOTS, creada en 2009, van aún más lejos. Certifica el respeto de todos los actores que intervienen en la fabricación del producto acabado: desde el cultivo de algodón ecológico respetando a los agricultores, sea cual sea el país, hasta la fabricación de una bolsa de mano de algodón ecológico, por ejemplo. También se controla cada etapa del proceso de fabricación. Las empresas y asociaciones también trabajan para reconstruir el planeta de forma más sana. Lo mejor de algunas de ellas es que también implican a otros. Por ejemplo, la empresa Reforest'action ha ayudado a replantar casi 3 millones de árboles en Francia y en todo el mundo, gracias a las contribuciones de empresas grandes y pequeñas. Es fácil imaginar que esto no sólo mejorará la circulación del oxígeno en el aire, sino que también tendrá un impacto positivo en la biodiversidad y en nosotros mismos.
De hecho, algunos piensan que nuestros desviados patrones de consumo habrían tenido consecuencias desastrosas e irreversibles para el planeta y para nosotros mismos. En cambio, otros quieren creer y están tomando medidas. Algunos científicos también empiezan a hablar de mejorar la capa de ozono. Un informe de la ONU presentado tras un estudio de 300 científicos en 2014 constató una mejora de la capa de ozono a cierta altitud. Esto sugiere que si seguimos cambiando nuestra forma de actuar, mañana puede ser mejor que ayer. Como dice el refrán, "donde hay voluntad, hay un camino"... ¡así que creamos y actuemos!